Esta no solo impacta en la salud de los niños, también contribuye en el desarrollo de diferentes valores y virtudes.
POR LA SALUD DEL CUERPO
Estos son algunos de los beneficios físicos que los niños adquieren conforme se involucran en el ejercicio, según explica Juan Felipe Correa, magíster en Fisioterapia del Deporte de la Universidad Nacional de Colombia:
El corazón ya no tendrá que latir tantas veces para producir el mismo volumen de sangre. Mejor dicho, su actividad es más eficiente.
Se previene la obesidad. La Encuesta Nacional de Situación Nutricional de Colombia (ENSIN) 2015, dejó de manifiesto que el exceso de peso en menores en edad escolar (5-12 años) pasó de 18,8 por ciento en 2010, a 24,4 por ciento según la más reciente versión de dicho estudio.
El sistema óseo del niño se fortalece. Los estímulos del ejercicio —los saltos o los choques, por ejemplo— promueven un crecimiento acelerado de los huesos.
El deporte contribuye, de igual manera, a la adquisición de buenos hábitos del sueño, señala, por su parte, Nicolás Ramos, director de Programas de Especialización en Pediatría de la Universidad El Bosque.
Óptimo desarrollo y fortalecimiento de las fibras musculares. En ese contexto, el músculo se convierte en un aliado crucial del metabolismo, pues ayuda a que la acción de las hormonas sea más eficiente. Esto, entre otras cosas, favorece a los huesos, dotándolos de mayor rigidez.
Aumenta la expansión pulmonar. En la medida que los niños se adaptan a las demandas físicas, los pulmones captan más oxígeno. Con ello se disminuye la fatiga a corto plazo.
60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada o vigorosa, deberían invertir los niños y jóvenes de 5 a 17 años.
UN BUEN HÁBITO PARA LA VIDA
No es exagerado decir que el deporte deja enseñanzas, más allá de las competencias o los ejercicios repetidos día a día. Así lo explica Luis Alberto Arias, magíster en Psicología de la Universidad Nacional:
Los niños adquieren la disciplina para enfocarse y concentrarse en la realización de una tarea.
• Con el ejercicio se establecen metas, ya sean individuales o grupales. En los dos casos, esto les permite mejorar su capacidad para diseñar estrategias.
• Gracias a esta dinámica, entienden el beneficio de seguir una serie de normas y de pautas trazadas para conseguir un objetivo.
• Se cultiva el hábito de la persistencia. No siempre la retribución a un esfuerzo es inmediata. En ese sentido, comenta el psicólogo, el niño también se puede volver más tolerante a la frustración, a darse cuenta de que una caída o una derrota no es el fin del mundo. Habrá una oportunidad de aprender de los errores y regresar más fuerte.
• El deporte les permite ampliar su círculo social, más allá del ámbito familiar y educativo.
• Con la actividad física aumenta, en últimas, la producción de endorfinas. Las hormonas de la felicidad no vienen nada mal en la regulación del equilibrio emocional y a la hora de enfrentar las diferentes responsabilidades que surgen en la casa y el colegio.
PARA TENER EN CUENTA
La Organización Mundial de la Salud (OMS) no es, ni mucho menos, ajena a este tema y plantea las siguientes recomendaciones:
Dicha actividad debería ser, en su mayoría, aeróbica. Conviene incorporar, además, rutinas que refuercen los músculos y huesos.
• Es ideal que los niños y jóvenes con discapacidad también sigan estas recomendaciones. Es aconsejable que hablen con médicos especializados para establecer un plan de actividad física adecuado.
• En el caso de los niños y jóvenes inactivos, es conveniente que aumenten progresivamente el tiempo y la intensidad del ejercicio hasta llegar al objetivo de los 60 minutos diarios.
De no alcanzar esta meta, siempre es importante que realicen alguna rutina y no se resignen a quedarse quietos.
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